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Guadalajara
14 de marzo de 2025
OPINIÓN

El “Populismo” o “Socialismo del siglo XXI”

DE PRIMERA MANO

López Obrador cuenta con 20 millones de votos asegurados.

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

Las intenciones presidenciales de instalar un régimen de corte “populista” o “socialista del siglo XXI”, no resultan ser ninguna novedad para muchos de nosotros en este país.

Lamentablemente, ningún partido opositor, ni las organizaciones de la sociedad civil ligada a empresarios influyentes, cuentan con una figura que le haga frente a alguno de los tres precandidatos presidenciales apoyados por AMLO.

Lo que López Obrador está manifestando en la tercera etapa de su gobierno, es parte de su proyecto de nación. Un proyecto con el que aspira a pasar a la historia para estar sentado en los libros de texto junto a Benito Juárez.

Lo que esperábamos en México ante los hechos electorales consumados en el 2018, era observar nuestras diferencias a los opositores cubanos al comunismo de Fidel Castro o al “chavismo” de Hugo Chávez en Venezuela.

En ambas naciones el engaño al pueblo fue total. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena y de ahí el que los más ingenuos de nuestros paisanos insistan en que lo sucedido en esos lejanos lugares “jamás pasará aquí”.

Los hechos dicen lo contrario. AMLO jamás se ha despegado un solo ápice de sus propósitos, los que, por cierto, están acordes a los pasos seguidos por Castro, Chávez y Daniel Ortega (éste último en Nicaragua) hasta instalar sus respectivas dictaduras.

He aquí algunos de esos pasos:

1.- López Obrador comenzó repitiendo las frases “chavistas”, tales como “… Quien no está conmigo, está contra mí”, “yo, ya no me pertenezco. Soy del pueblo”, “habrá qué cambiar el concepto de medición de la pobreza; habrá ahora qué medir la alegría del pueblo”… Y una más: “Sería indigno usar los aviones que utilizaban los gobernantes corruptos; por eso los vamos a vender”.

2.- Concentrar todos los recursos públicos en el Poder Ejecutivo. Reformar la Ley para que el dinero acumulado en los organismos públicos, pasen a Hacienda, entre ellos los de fondos y fideicomisos. Recortar los presupuestos de apoyo a estados y municipios. Todo concentrarlo en el gobierno federal.

3.- Garantizar un apoyo económico sin intermediarios a 25 millones de pobres, entre adultos mayores y jóvenes que no estudian ni trabajan. “Es una estrategia”, admitió públicamente el Presidente en una de sus “mañaneras”. El objetivo es el establecimiento de una clientela electoral. Que muestren su agradecimiento en las urnas electorales.

4.- Militarizar al país. Seducir a las fuerzas armadas otorgándoles recursos económicos extraordinarios y otorgándoles poder político como nunca antes lo habían tenido. Ponerlas al frente de los aeropuertos, aduanas y que coordinen las obras públicas más grandes y emblemáticas del gobierno federal.

5.- Desaparecer los organismos autónomos, sobre todo aquellos que fueron instituidos buscando acotar el poder presidencial y garantizar el equilibrio entre los poderes del Estado Mexicano. Así, se fueron el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) que sobre todo medía los índices de pobreza, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, se controló a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, al Conacyt y se dispuso inoperante al Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), entre muchos otros.

6.- Indispensable controlar al árbitro electoral (INE) y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE). Junto con ello, promover una reforma electoral constitucional para que en lo sucesivo, la organización de las elecciones regrese a poder del gobierno y a través del Congreso de la Unión, se promueva la iniciativa de la reelección presidencial.

LA CORTE, EL CONTRA PESOS

7.- Controlar al Poder Judicial Federal, responsable de la vigilancia del cumplimiento del texto constitucional de los poderes de la Unión y de todos los organismos públicos y leyes secundarias que los constituyen. Garante del contrapeso entre poderes.

Como podemos observar en esta relación, todos los propósitos, salvo los dos últimos en términos de la reforma constitucional electoral y el control de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no han podido consumarse en la “cuarta transformación” puesta en marcha.

Por un lado, el hecho de haber perdido la mayoría calificada en la Cámara de los Diputados en las elecciones del año 2021, evitó dicha reforma electoral constitucional y ante su respuesta de aplicar un “plan B” para limitar los recursos al Instituto Nacional Electoral y que los nuevos consejeros fuesen electos por votación popular, fueron invalidados por ocho de los once ministros que componen la Corte.

También, AMLO se topó con pared en el Poder Judicial Federal, al echarle abajo su decreto para que la Guardia Nacional dependiera de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Palabras más, palabras menos, una oposición real a los afanes violatorios de la Constitución por parte del Presidente, la ha encontrado en una Suprema Corte de Justicia de la Nación, que tuvo la capacidad suficiente para saltar la pretensión de un control total desde palacio nacional, a través de la ministra Yasmín Esquivel, la que milagrosamente fue exhibida como una plagiaria de su tesis profesional en la UNAM y cuyo escándalo estaría por resolverse aún, con la posibilidad de ser retirada de su cargo.

La actual ministra presidenta del Poder Judicial Federal y del Consejo de la Judicatura, Norma Lucía Piña Hernández, está siendo considerada como un verdadero “milagro mexicano” ante la real amenaza que se cierne sobre México, de ser convertido en un Estado totalitario.

En el caso de los partidos políticos a MORENA, el partido del Presidente, demostraron cierta fuerza en los comicios del 2021, logrando quitarle curules en la Cámara de Diputados, lo que quiere decir que una alianza opositora podría repetir sus triunfos en el 2024, a pesar de que Movimiento Ciudadano, de Dante Delgado, está actuando como un “palero” de López Obrador, con sus acciones omisas en las elecciones por las gubernaturas de Coahuila y Estado de México.

Lamentablemente, ningún partido opositor, ni las organizaciones de la sociedad civil ligada a empresarios influyentes, cuentan con una figura que le haga frente a alguno de los tres precandidatos presidenciales apoyados por AMLO.

La respuesta para aplicarle una derrota a MORENA y a su dueño el próximo año, sólo surgirá de la sociedad civil. Esta clase media mayoritaria que, en un fenómeno político extraordinario, salga a las urnas y vote a favor de los valores de Libertad, Democracia y defensa de la Vida y la Libre Empresa.

López Obrador cuenta con 20 millones de votos asegurados. Esa clase media contraria a MORENA alcanza, cuando menos, los 40 millones de ciudadanos que pueden convertirse en votos que aseguren el equilibrio de poderes desde el Congreso de la Unión.

En la Suprema Corte y en esa clase media, está la verdadera oposición a los afanes dictatoriales en nuestro país.

 

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