DEMOCRACIA
Por Fernando Núñez
Existen numerosas evidencias que apuntan a una posible restauración autoritaria en el país. La personalización de los programas sociales, la intervención masiva del gobierno en las pasadas elecciones, y el intento por destruir el Poder Judicial son solo algunas muestras en ese sentido. En este contexto de creciente autoritarismo, cabe preguntarnos si Morena se convertirá en un partido hegemónico, conduciéndonos así a un pasado que muchos creían superado.
El gran teórico italiano, Giovanni Sartori, realizó una clasificación del sistema de partidos en base a la cantidad y calidad de estos. Dentro de la clasificación, dos sobresalen para efectos de lo que sucede hoy en México. El primero es el partido hegemónico, donde no existe competencia electoral, aunque hay partidos de oposición que sirven para darle legitimidad. Es el México del siglo pasado, donde bajo el régimen autoritario priista no había realmente competencia electoral ni alternancia política. El segundo es el partido predominante, donde un partido político gana continuamente, aunque existe competencia electoral porque todos los partidos tienen la posibilidad de acceder al poder. Es el caso del Partido Socialdemócrata Sueco, que gobernó el país de 1936 a 1973, en un contexto de competencia electoral y posibilidad de alternancia política.
La democracia mexicana implicó pasar de un sistema no competitivo de partido hegemónico a un sistema competitivo multipartidista. Sin embargo, hoy ya vivimos bajo un sistema competitivo, pero de partido predominante.
Aunque Morena no ha gobernado por mucho tiempo, tendrá amplia presencia con 24 gubernaturas, mayoría en 22 congresos locales, y mayoría calificada en la Cámara de diputados y, probablemente, en el Senado. A pesar de haber ganado el 54% del voto de los mexicanos, tendrá una sobrerrepresentación del 74%, aprovechando lagunas en la ley electoral. Entonces, ¿estamos por pasar a un sistema de partido hegemónico, de nuevo? No lo podríamos descartar. El país carece de raíces democráticas, y hemos tenido regresiones autoritarias en el pasado: la primera, de la República Restaurada (1867 – 1876) a la dictadura porfirista; la segunda, de la democracia maderista a la autocracia priista. Lo que es seguro es que existe un empeño en amplios círculos de Morena, y de parte del mismo presidente de la República, para alcanzar la hegemonía partidista.
Como nunca había sucedido, la estructura de un partido político fue la responsable de manejar los programas sociales, y estos fueron usados para promocionar la imagen del presidente como el gran benefactor. Como no sucedía desde los tiempos de la hegemonía priista, hubo una intervención masiva e ilegal por parte del Estado mexicano para posicionar y hacer ganar a la candidata del presidente de la República. Y como nunca habíamos visto, el presidente y su partido se proponen terminar con la pluralidad política con la eliminación de los legisladores plurinominales, romper con la equidad en las elecciones con la designación por voto popular de los consejeros electorales, y cesar la división de poderes con el nombramiento de jueces, magistrados y ministros de la Corte a través de elecciones populares. Si esto último sucede, significaría el fin de la competencia electoral, y haría básicamente imposible la alternancia política.
Mucho indica que Morena tiene la intención de alcanzar hegemonía política. En ningún lugar está escrita su imposibilidad. Eso sí, regresará como una versión mucho más burda que aquella del pasado.
Analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública,
y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York
fnge1@hotmail.com @FernandoNGE