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15 de octubre de 2025
OPINIÓN

Justicia en juego: Un debate legislativo que decepcionó

POLÍTICA EN ESCENA

Por Simón Macías Páez

 La sesión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, celebrada recientemente, fue escenario de un «encendido» debate entre los senadores y diputados de Morena, el Partido del Trabajo y la oposición, sobre la elección de ministros, magistrados y jueces. Aparentemente, el tema más delicado para la democracia mexicana, la independencia del Poder Judicial, se convirtió en un espectáculo de confrontación, polarización y, sobre todo, en una oportunidad perdida para discutir con rigor la reforma judicial que el país realmente necesita. Lo que se vio en ese debate no fue un intercambio serio de ideas ni propuestas sustantivas, sino un escenario donde predominó la retórica barata, la sátira y el enfrentamiento ideológico a ultranza.

«La discusión de la sesión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, sobre la elección del Poder Judicial quedó atrapada en un círculo vicioso de discursos vacíos, acusaciones y falta de sustancia.»

 

Una elección histórica con tintes de polarización

El 1 de junio, el Instituto Nacional Electoral (INE) llevó a cabo una elección histórica: la de ministros, magistrados y jueces. Este proceso, cargado de implicaciones profundas para la justicia mexicana, debió ser el punto de partida para un debate serio, plural y profundamente reflexivo sobre la necesidad de una reforma integral al Poder Judicial, que garantice su independencia y su capacidad de garantizar derechos fundamentales a todos los ciudadanos.

Sin embargo, lo que ocurrió en el Senado en la Comisión Permanente fue una muestra del desgaste de la política mexicana: un debate secuestrado por los intereses electorales, la crispación partidaria y, lo peor de todo, la falta de voluntad para abordar los temas con seriedad. De nuevo, la política de confrontación y polarización dominó la escena.

 

Ricardo Anaya: El primer disparo

El «fuego» en la sesión fue abierto por Ricardo Anaya, coordinador de los senadores del Partido Acción Nacional (PAN), quien arremetió contra Morena y sus aliados con una contundente declaración: “con esta elección, Morena hizo mierda al Poder Judicial”. Estas palabras, lejos de ser un argumento fundamentado, fueron un desahogo emocional cargado de rabia, pero desprovisto de una reflexión profunda sobre las consecuencias que tendría esta elección para el sistema de justicia en México.

Las palabras de Anaya no solo evidenciaron una postura extremista, sino que reflejaron una falta de propuestas claras por parte de la oposición. En lugar de ofrecer alternativas constructivas, se optó por una crítica destructiva que, aunque retóricamente efectiva, dejó de lado el debate técnico sobre cómo mejorar la designación de los miembros del Poder Judicial y garantizar su independencia.

De alguna manera, la intervención de Anaya mostró lo que muchos ya sabemos: que la política mexicana, sobre todo la oposición, está más interesada en capitalizar los errores del gobierno que en ofrecer soluciones realistas a los problemas estructurales del país. En vez de analizar a fondo el modelo de elección judicial y su posible impacto en la autonomía de los jueces, la oposición se concentró en la retórica de la “mala elección”, pero sin profundizar en los mecanismos y las garantías necesarias para mejorar el sistema judicial mexicano.

Gerardo Fernández Noroña y Ricardo Anaya, la teatralización del debate.

Gerardo Fernández Noroña y la teatralización del debate

Por otro lado, Gerardo Fernández Noroña, diputado por MORENA, no tardó en entrar en escena con su estilo característico: un discurso cargado de ironía, confrontación y, por qué no decirlo, teatralidad. En vez de enfocar su intervención en cuestiones sustantivas de la reforma judicial, el político de izquierda se dedicó a burlarse de la oposición, acusando a la derecha de querer mantener un sistema judicial «al servicio de los poderosos» mientras, con sarcasmo, defendía el modelo propuesto por Morena.

Las declaraciones de Noroña —aunque efectivas en términos de captar la atención del público— fueron, lamentablemente, una muestra más de cómo la política mexicana se ha desvirtuado. El debate sobre el Poder Judicial no puede convertirse en una batalla de egos ni en un concurso de quién lanza el golpe más fuerte al adversario. El sistema judicial necesita reformas profundas, pero más allá de la polarización ideológica, lo que se requiere es una conversación madura sobre cómo garantizar su independencia frente al poder político, económico y mediático.

 

Lilly Téllez: El toque de la oposición radical

En un contexto igualmente polarizado, Lilly Téllez, senadora del PAN, entró en el debate con su propio arsenal de acusaciones y descalificaciones hacia el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La senadora, conocida por sus posiciones radicales y su confrontación constante con Morena, utilizó la elección judicial como una oportunidad para llamar a la «defensa de la democracia» y alertar sobre los riesgos de un Poder Judicial sometido a intereses políticos.

La senadora Lilly Téllez dejó en evidencia un desprecio absoluto por la decencia y el respeto entre legisladores al realizar una declaración ofensiva hacia la senadora Lilia Aguilar, refiriéndose despectivamente como «chueca» haciendo referencia a su parálisis facial. En lugar de centrarse en los argumentos y las propuestas de fondo, Téllez optó por atacar a su compañera de una manera cruel y personal, recurriendo a un insulto de carácter físico que nada tenía que ver con el debate sustantivo. Este tipo de comentarios no solo denigran el nivel del debate político en el Senado, sino que también reflejan la deplorable normalización de la misoginia y el desprecio por la dignidad de las mujeres en la política, lo cual debilita la calidad de la discusión y desvía la atención de los temas realmente importantes. La acusación no solo fue un golpe bajo hacia la diputada Aguilar, sino un claro ejemplo de cómo la política, en ocasiones, se degrada hasta convertirse en un espacio de ataques personales en lugar de un foro para la deliberación constructiva.

Lilly Tellez y Lilia Aguilar: Tiempos de guerra.

Lilia Aguilar: Tiempos de guerra

En contraste con los desbordamientos de los otros participantes, la intervención de Lilia Aguilar, diputada del PT, fue uno de los pocos momentos de moderación dentro de la tempestad. Aunque no dejó de criticar a la oposición, su discurso buscó enfocarse en la necesidad de un modelo que garantice una justicia que sirva al pueblo y no a los intereses de las élites. Sin embargo, este discurso de moderación pasó desapercibido en medio de los gritos y acusaciones de los otros legisladores, quienes, lamentablemente, parecían más interesados en ganar el titular de la jornada que en dialogar sobre la justicia en México, sin embargo la diputada lanzó duras críticas hacia su colega Lily Téllez, cuestionando su lealtad y compromiso político. En un momento tenso del debate, Aguilar acusó a Téllez de estar al servicio de intereses ajenos al bienestar del país, y planteó una provocadora pregunta sobre cuánto le paga Ricardo Salinas Pliego, un reconocido empresario mexicano. La senadora, en tono irónico, sugirió que Téllez estaba actuando como una especie de «marioneta» de poderosos empresarios, insinuando una posible influencia externa sobre su postura política. Además, para subrayar el tono de su intervención, Aguilar entregó simbólicamente una camisa de fuerza a Téllez, una acción cargada de simbolismo que apuntaba a cuestionar la coherencia y la autonomía de la senadora en su actuar político. La escena se convirtió en uno de los momentos más controversiales de la sesión, reflejando las intensas disputas internas que marcan el ambiente político en México.

 

La verdadera cuestión: la reforma estructural y no los gritos vacíos

Lo que queda claro tras este debate es que México enfrenta un desafío monumental para lograr una reforma judicial profunda y verdaderamente democrática. La polarización ideológica que dominó el debate en la Comisión Permanente no solo fue destructiva, sino que desvió la atención de los temas cruciales: la reforma del Consejo de la Judicatura, los mecanismos para garantizar la independencia de los jueces, la mejora en los procesos de selección y la transparencia en las decisiones judiciales.

Lo que realmente se necesita no es más retórica ni descalificaciones, sino propuestas claras y responsables para transformar al Poder Judicial en una institución más autónoma, transparente y responsable ante la ciudadanía. La selección de jueces y magistrados debe ser parte de una reforma más amplia que garantice que la justicia sea imparcial y accesible, sin importar el color del partido que gobierne.

El debate sobre la reforma judicial debe trascender las disputas partidarias y convertirse en un espacio de reflexión seria, de análisis profundo y de propuestas concretas. Solo así se podrá garantizar que el Poder Judicial de México sea un verdadero contrapeso al Ejecutivo, y no una extensión de los intereses políticos del gobierno en turno.

 

Conclusión: Una oportunidad perdida

El debate en el Senado sobre la elección de los miembros del Poder Judicial no fue más que un reflejo de la degradación del espacio legislativo. La falta de argumentación sólida y de propuestas coherentes sobre cómo fortalecer la independencia judicial fue evidente. La oportunidad de discutir de manera seria sobre la justicia, sobre los mecanismos de control y las reformas necesarias, se perdió en un mar de acusaciones y polarización. En este contexto, la política mexicana se aleja cada vez más de las soluciones reales y se adentra en el terreno de la confrontación vacía. Para que el sistema judicial realmente sirva al pueblo, el debate debe ser más que un simple show. Necesitamos seriedad, no espectáculo.

 

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