Los juegos del poder
Por Gabriel Ibarra Bourjac
El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza Jalisco 2024-2030 despierta esperanzas con 50 objetivos y 610 estrategias para un estado más justo, verde y participativo.
Forjado con el alma de 675,484 jaliscienses de los 125 municipios, este esfuerzo titánico, lidereado por Cynthia Cantero, pulveriza récords nacionales de participación al entretejer las voces de infancias, adolescentes, pueblos originarios y grupos vulnerables.
Sus 18 consejos —uno estatal, 12 regionales, cinco sectoriales— y 15,899 propuestas ciudadanas pintan un mosaico de anhelos que resuenan con la Agenda 2030, encarando desigualdades y males estructurales: la crisis hídrica que ahoga, la inseguridad que acecha en lo rural, la corrupción que corroe las entrañas del sistema.
Pero, como siempre, el diablo acecha en los detalles. Un plan bien escrito no basta; el desafío es hacerlo carne, no otro papel arrumbado en los anaqueles del poder.
Jalisco merece un Plan 2024-2030 que trascienda la retórica: la vigilancia ciudadana será clave para transformar promesas en realidades justas, sustentables y participativas.
Cynthia Cantero lo llama una “brújula flexible”, uniendo planeación, presupuesto e informes con metas audaces: una red carretera robusta, liderazgo en semiconductores, empleo formal que dignifique, escuelas renovadas, un 92% de cobertura médica. Iniciativas como aulas musicales, bilingüismo o la modernización del C5 responden al clamor ciudadano, pero tropiezan con la opacidad de funcionarios que se aferran a la sombra, el rezago presupuestal federal que Pablo Lemus denunció en 2024 y la falta de infraestructura en zonas marginadas que claman justicia.
La transparencia es la viga maestra de este sueño colectivo. La plataforma Mi Jalisco, con indicadores en tiempo real, es un salto valiente, pero los datos deben ser claros, accesibles y sin trampa.
¿Quién garantiza que no habrá dependencias torciendo números? Los consejos ciudadanos deben ser el látigo de la vigilancia, no un adorno burocrático.
La sustentabilidad, con la mirada puesta en 2050, prioriza la defensa de bosques, ríos y biodiversidad, con “Revivamos el Río Santiago 2050” como bandera de un derecho humano a un entorno sano.
Pero la coordinación entre gobiernos y un presupuesto sólido son el talón de Aquiles en tiempos de recortes federales que asfixian.
La politización es una sombra que acecha, como en los “juegos del poder” que hemos fustigado. Acuerdos turbios podrían desviar el rumbo, y la continuidad del plan más allá de esta administración será su prueba de fuego.
Este no es un plan del gobierno; es de los 675,484 jaliscienses que lo soñaron. Plataformas como Mi Jalisco y los consejos ciudadanos son armas para empoderar a la gente, pero sin una presión social feroz, las metas se diluirán en retórica vacía.
La vigilancia ciudadana debe ser implacable, exigiendo resultados medibles, no promesas huecas. Jalisco merece que justicia, sustentabilidad y participación dejen de ser palabras y se conviertan en el latir de un estado transformado, donde cada ciudadano sea artífice de su destino.
Muy pronto veremos si el Plan es distinto a los anteriores; será la actitud tanto de los actores políticos como sociales, incluyendo al mundo de la academia, de la empresa y medios de comunicación si realmente lo convierten en el faro y dínamo para transformar a Jalisco.
