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15 de octubre de 2025
OPINIÓN

Difícil gobernar con las presiones de Trump y AMLO

PRESIDENTA CLAUDIA SHEINBAUM

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

Nos preguntamos si la presidenta Sheinbaum puede gobernar cuando su agenda está totalmente supeditada a las presiones del gobierno de Donald Trump y, por si fuera poco, a la pesada mano de López Obrador.

El propósito de “hacer más grande a los Estados Unidos” contempla fundamentalmente la economía. De ahí las amenazas y la imposición de aranceles a los productos de exportación mexicanos, las presiones sobre las empresas fabricantes de automóviles en nuestro país, los reproches por la amistad manifestada a China, el impuesto especial al tomate del 17 por ciento, el recurrente cierre a la importación de ganado mexicano y, en los últimos días, las sanciones que se impondrán por –aseguran- violaciones a acuerdos sobre el transporte aéreo de carga durante el sexenio anterior.

Y lo más grave a mediano plazo: No la revisión, sino la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC).

Si a la razón económica le añadimos el compromiso de Trump con sus electores, -a quienes se siente obligado a responderles por sus promesas de campaña- quienes acudirán de nueva cuenta a las urnas en el 2026 para renovar al congreso estadounidense, la campaña contra los cárteles mexicanos y la aprehensión de los capos más reconocidos, proporcionan la argumentación suficiente para atender dicha pretensión.

En este último aspecto se ha observado a un presidente de los Estados Unidos, lanzarse a la yugular del gobierno mexicano, al acusarlo de estar aterrorizado por las bandas delincuenciales, lo que en otras palabras representaría un intolerable “narco-gobierno”.

Por eso mismo, se ha afianzado la versión de que Estados Unidos extenderá sus sanciones con personajes de la política mexicana, relacionados con los cárteles de la droga. Se ha hablado de una lista de cuando menos 30 políticos mexicanos que podrían, por lo pronto, perder su visa.

Pero no solo eso. Las presiones contra el gobierno de México (las que evidentemente empiezan a repercutir en la población) conducen a la posibilidad de la detención de una figura de alto perfil en la política mexicana, para sentarlo ante los tribunales en la tierra del “Tío Sam”.

En este último aspecto, están trabajando de manera prioritaria los titulares de la DEA, el ICE, el FBI y la Secretaría de Seguridad Interior (Homeland Security).

Y todavía hay más. El coordinador operativo de este esfuerzo, se llama Marco Rubio y es el secretario de Estado de los Estados Unidos.

La sola mención de esta figura tiene un agregado especial: El aspecto ideológico. Rubio es descendiente de cubanos y abierto enemigo de la dictadura castrista en la isla.

De ninguna manera ignora que la “cuarta transformación” de MORENA se dirige a ese régimen, de tal manera que puede unir todo ese paquete de presiones contra el gobierno de México buscando en su momento evitar que su “patio trasero” se convierta en su enemigo, como son los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Si Donald Trump accede a declarar a MORENA como una organización política terrorista –como ha circulado el rumor- esa será la evidencia más clara de la razón ideológica del conjunto de presiones exhibidas contra López Obrador y Claudia Sheinbaum.

En lo referente a los problemas de “casa”, en este mismo espacio hemos mencionado varios hechos que hacen evidente la orden o contraorden proveniente de Palenque, aún por encima de la presidenta de la república.

A las imposiciones sobre la entonces candidata de MORENA a la Presidencia en campaña (Clara Brugada sobre García Harfuch, como botón de muestra) se ha impuesto el coro de “¡No estás solo!” para la protección de corruptos como Cuauhtémoc Blanco y Adán Augusto López.

Es un secreto a voces que los coordinadores de los grupos parlamentarios de MORENA en la Cámara de Diputados y en el Senado (Ricardo Monreal y Adán Augusto) han obedecido a AMLO por encima de las instrucciones de palacio nacional.

Ambos han sentido la frialdad e indiferencia de la presidenta Sheinbaum, quien ha tenido que aguantar, esperando el momento en que pueda enviarlos a embajadas de lejanos países, sobre todo cuando ellos mismos se han puesto una soga al cuello, al envolverse en escándalos que los han exhibido ante propios y extraños, convirtiéndolos en un verdadero lastre para la “4-T”.

Pero López Obrador no piensa lo mismo. Continúa defendiéndolos, como también defiende a los gobernadores Rubén Rocha Moya, Américo Villarreal y Layda Sansores.

Claudia Sheinbaum tiene que cargar con esa pesada loza, la que podría aligerarse a consecuencia de las presiones de Donald Trump, tal y como está sucediendo con la política de combate a la inseguridad pública, donde aquello de “abrazos y no balazos” ha comenzado a instalarse como un penoso recuerdo.

Tiene que darse más temprano que tarde una acción disruptiva. La presidenta de México quiere gobernar y AMLO podría convertirse en un personaje del pasado y muy vulnerable a los ojos del mundo.

Sobre todo para los vecinos del norte.

 

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