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15 de octubre de 2025
POLÍTICA

José Mujica, un referente ético de la política

DE GUERRILLERO TUPAMARO A PRESIDENTE DE URUGUAY

Fue legislador, ministro y presidente de la República entre 2010 y 2015, destacándose por su discurso ético, su estilo austero y su visión progresista.

 

Por Raúl Cantú

José “Pepe” Mujica es una de las figuras más emblemáticas de la historia contemporánea de Uruguay y América Latina. De origen humilde y formación autodidacta, su vida política comenzó en la lucha armada como integrante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años sesenta.

Nacido en Montevideo el 20 de mayo de 1935, Mujica creció en un entorno modesto. Influenciado por su tío materno, Ángel Cordano, y por el diputado nacionalista Enrique Erro, comenzó su militancia en el Partido Nacional, donde llegó a ser secretario general de la Juventud. En 1962, junto a Erro, abandonó el partido para fundar la Unión Popular, una coalición de izquierda que participó en las elecciones de ese año sin éxito significativo.

Su evolución, de guerrillero a jefe de Estado, simboliza el tránsito de la izquierda latinoamericana hacia la institucionalidad, sin renunciar a sus ideales de justicia social y equidad.

En 1964, Mujica se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una organización guerrillera urbana inspirada en la Revolución Cubana. Participó en diversas acciones armadas y, durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco, fue herido de seis balazos. Fue apresado en cuatro ocasiones y se fugó dos veces de la cárcel de Punta Carretas. En total, pasó casi quince años en prisión, trece de ellos durante la dictadura cívico-militar (1973–1985), en condiciones inhumanas y de aislamiento.

 

Transición a la política institucional

Con el retorno a la democracia en 1985, Mujica fue liberado gracias a una ley de amnistía. Junto a otros exintegrantes del MLN-T y sectores de izquierda, fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP), integrado al Frente Amplio. Fue elegido diputado por Montevideo en 1994 y senador en 1999, destacándose por su estilo directo y lenguaje coloquial.

En 2005, el presidente Tabaré Vázquez lo nombró ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, cargo que ejerció hasta 2008. Su gestión se caracterizó por un enfoque pragmático y una comunicación cercana con la ciudadanía.

Fue guerrillero y miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años sesenta.

En las elecciones de 2009, Mujica fue elegido presidente de Uruguay, asumiendo el cargo el 1 de marzo de 2010. Su gobierno implementó reformas progresistas, como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis. Además, promovió políticas de inclusión social y desarrollo económico sostenible.

Mujica fue reconocido internacionalmente por su estilo de vida austero, residiendo en su chacra y donando gran parte de su salario. Su enfoque filosófico y ético lo convirtió en un referente global de liderazgo basado en la humildad y la coherencia.

 

Legado y fallecimiento

Tras dejar la presidencia en 2015, Mujica continuó participando en la vida política como senador hasta 2018, cuando se retiró de la actividad parlamentaria. Falleció el 13 de mayo de 2025 a los 89 años, tras una batalla contra el cáncer de esófago. Su funeral, realizado en el Palacio Legislativo de Montevideo, reunió a miles de ciudadanos y líderes internacionales que rindieron homenaje a su figura.

José «Pepe» Mujica deja un legado de lucha por la justicia social, la democracia y la dignidad humana, siendo recordado como un símbolo de integridad y esperanza en tiempos de desconfianza política.

 

Un legislador de calle y conciencia

Durante su etapa como senador, Mujica no ocupó comisiones técnicas ni impulsó grandes reformas legislativas por cuenta propia. Su papel fue más bien simbólico, pero profundamente influyente: ejerció como un referente moral y político dentro del Frente Amplio y como una figura de unidad para las diversas corrientes de la izquierda. Desde su banca, se manifestó sobre temas sensibles como la pobreza, el modelo económico, la juventud, la ecología y la ética pública, sin renunciar a sus formas informales y a menudo coloquiales que lo conectaban con los sectores populares.

Tras dejar la presidencia en 2015, Mujica continuó participando en la vida política como senador hasta 2018, cuando se retiró de la actividad parlamentaria.

Mujica hizo del Senado una tribuna para promover una política menos tecnocrática y más humanista. Sus intervenciones se destacaban por la capacidad de sintetizar cuestiones estructurales en términos accesibles y por su visión de largo plazo.

Defendió la necesidad de una economía más distributiva, criticó la cultura del consumismo y abogó por una política centrada en el bien común.

Uno de sus legados más recordados fue su insistencia en que “la política no es una profesión, sino una pasión”, y su crítica constante a la profesionalización burocrática del sistema político. Además, fue un firme defensor del proceso de integración latinoamericana y del fortalecimiento de instituciones regionales como el Mercosur y la UNASUR.

 

Austeridad institucional

Como senador, Mujica donaba una parte significativa de su salario, como lo hacía cuando fue presidente. Continuó viviendo en su chacra en las afueras de Montevideo y se trasladaba en su clásico Volkswagen Fusca. Su conducta personal reforzaba el mensaje de que la política debía ser un servicio y no un privilegio, algo que contrastaba con los excesos de muchos políticos latinoamericanos.

Su figura se convirtió en una anomalía virtuosa dentro del sistema parlamentario: más que legislar, inspiraba. Era común que sus discursos circularan ampliamente en medios y redes sociales, tanto en Uruguay como en el extranjero, por su contenido reflexivo y su forma sincera.

En octubre de 2020, Mujica presentó su renuncia definitiva al Senado, alegando razones de salud en el contexto de la pandemia de COVID-19. En su emotiva carta de despedida, declaró: “Me voy porque el virus me echa”, en referencia a su sistema inmunológico debilitado. También aprovechó la ocasión para instar a las nuevas generaciones a no rendirse ante el desencanto político, reiterando que “la lucha por la vida es ahora y siempre”.

Su retiro fue recibido con respeto transversal de todas las fuerzas políticas, que reconocieron su contribución única al Parlamento como un espacio de pensamiento crítico y de defensa inquebrantable de los sectores más vulnerables.

La labor de José Mujica como senador no puede medirse por la cantidad de proyectos de ley presentados ni por el tiempo que permaneció en funciones. Su aporte fue cualitativo, casi pedagógico: dotó al Senado de una voz ética, combativa y coherente que lo convirtió en un faro en medio de la fragmentación política regional. Su paso por la Cámara Alta consolidó su figura como un estadista cuya autoridad no provenía del poder, sino del ejemplo.

 

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